El cuento del SR. Cecilio y los tres pilares del 4x4
Había una vez un hombre llamado Cecilio que deseaba comprender más profundamente el funcionamiento de su propia mente. Sentía que, a veces, sus pensamientos y acciones parecían desconectados, como si una parte de él tomara decisiones sin su consentimiento. Esto lo llevó a investigar sobre la técnica del 4×4, y cómo ésta podía ayudarle a integrar su mente consciente e inconsciente.
Un día, Cecilio se adentró en un bosque tranquilo para practicar el 4×4, una técnica que había aprendido del Dr. Pola. Se sentó en una roca rodeada de árboles y empezó a observar su entorno, permitiéndose simplemente estar en el aquí y en el ahora. Pero pronto se dio cuenta de que sus pensamientos comenzaban a dispersarse: recordaba cosas del pasado, se preocupaba por el futuro, e incluso se distraía con el canto de un pájaro cercano.
Entonces, se preguntó: “¿A qué debo prestar atención para conectar verdaderamente mi mente consciente con la inconsciente?”. Reflexionando, se dio cuenta de tres aspectos fundamentales:
Atención en las Sensaciones Físicas y Desidentificación
Cecilio comprendió que prestar atención a su cuerpo era clave, pero también notó que, a veces, surgían sensaciones incómodas: una tensión en el pecho, un peso en el estómago o un ligero dolor de cabeza. En lugar de resistirse a estas sensaciones, Cecilio decidió visualizar un objeto imaginario, un oso de peluche blanco que él mismo había comprado. Cada vez que una sensación desagradable surgía, la visualizaba moviéndose desde su cuerpo hacia el osito de peluche blanco. Al hacer esto, le atribuía al osito el rol de “chivo expiatorio”, permitiendo que las sensaciones desagradables fueran acogidas por el peluche. Con cada descarga de malestar, Cecilio se daba cuenta de que no necesitaba identificarse con esas sensaciones; podía observarlas, reconocerlas y luego dejarlas ir, permitiendo que el peluche las absorbiera.
Atención en los Pensamientos y Emociones:
En vez de ignorar los pensamientos o emociones que surgían, Cecilio aprendió a observarlos sin juzgarlos. Cada pensamiento y emoción que surgía era una manifestación de su mente inconsciente, mostrando deseos, temores o recuerdos no resueltos. Mientras observaba, notaba cómo algunos pensamientos provocaban emociones incómodas, como la ansiedad o la frustración. Entonces, al igual que con las sensaciones físicas, visualizaba estas emociones transferirse al osito de peluche blanco. Esto le permitía ver sus pensamientos y emociones desde una distancia, como si fueran nubes pasajeras o visitantes temporales. Al aceptar y permitir que estos pensamientos vinieran y se fueran, Cecilio empezó a notar patrones y a entender mejor lo que su mente inconsciente quería comunicarle. Sin forzar, su mente consciente y su mente inconsciente comenzaban a dialogar.
Atención en la Sonrisa:
Finalmente, Cecilio se centró en algo tan simple y a la vez tan poderoso: la sonrisa. Decidió sostener un lápiz entre los dientes, una técnica que le ayudaría a inducir una sonrisa, incluso si era forzada. Notó cómo, al mantener el lápiz entre los dientes, los músculos de su rostro se activaban como si estuviera sonriendo naturalmente. Al poco tiempo, su cuerpo comenzó a responder con una sensación de bienestar que parecía emanar desde su interior. A pesar de que al principio la sonrisa era artificial, pronto se dio cuenta de que su efecto era real, ayudándolo a sentirse más relajado y positivo. La sonrisa, pensó, era un puente hacia la paz. A medida que mantenía esa sonrisa forzada, sentía cómo su mente inconsciente se relajaba, enviando señales de calma y satisfacción. Con cada momento de esa sonrisa ligera, sentía que las barreras entre su mente consciente y la inconsciente se diluían, como si ambas partes se unieran en una danza silenciosa.
Cuando Cecilio abrió los ojos, se dio cuenta de que había alcanzado un estado de integración. Había prestado atención a los mensajes sutiles de su cuerpo, había observado sus pensamientos sin reaccionar, y había permitido que una sonrisa, aunque forzada al principio, lo guiara hacia el equilibrio. El peluche blanco seguía a su lado, ahora cargado de todas las sensaciones desagradables que le había transferido, pero sin inmutarse, y Cecilio se dio cuenta de que podía sentir por primera vez la sensación de liberación. Se sentía completo, como si todas las partes de él mismo trabajaran en armonía.
Desde entonces, siempre que se sentía desconectado o cargado de malestar, regresaba a estos tres pilares del 4×4: sensaciones físicas y desidentificación, pensamientos y emociones, y una suave sonrisa, usando el lápiz si era necesario para inducirla. Al hacer esto, podía integrar nuevamente su mente consciente e inconsciente, logrando una paz interior que le permitía vivir más plenamente cada momento.