Resumen 3: Este dolor no es mío
Este capítulo del libro «Este dolor no es mío» empieza con la frase de Sara Joseph, quién dijo en 1829: “Que no hay influencia más poderosa que la madre”. Este capítulo llamado el lenguaje nuclear no tiene por qué proceder siempre de generaciones más anteriores que la de nuestros padres, por ejemplo, la experiencia abrumadora de un niño que lo han separado de su madre es suficiente para traumatizarse y llenar su inconsciente de sensaciones de angustia, nostalgia y frustración.
Un corte temprano del vínculo con la madre puede aparecer en el hijo (a) una niebla oscura de desconfianza, miedo y escasez. Aunque esos momentos de ruptura sean temporales, es muy importante, en el regreso de la madre, sea paciente, ya que, aunque sea atenta, eso no le garantizará que su hijo reaccione de manera positiva. Por ejemplo, el hijo (a) puede que reaccione haciendo titubeos, haciendo numeritos, e incluso puede que la rechace poniéndose a la defensiva o puede que se distancie aún más.
Puede que la madre no entienda la actitud y le cueste conectar con su hijo, es más, puede que llegue a pensar sentimientos de inseguridad y sentirse que no es buena madre, o peor aún, caer en la ira o irritación.


Cabe recalcar...
Que esta situación no repara la separación, sino que la daña aún más. Recordemos que, en esas tempranas edades, el cerebro no está capacitado para dar forma de relato a nuestras experiencias, estas se conviertan en recuerdos, ya que no tenemos recuerdos fijos, sino que tenemos experiencias guardadas en el inconsciente. A falta de estos recuerdos, los deseos más insatisfechos se muestran y salen a la luz en diferentes ámbitos de nuestra vida, ya sea, en nuestros impulsos, reacciones, anhelos, ansias, e incluso, en campos de ambición como para ascender en un puesto de trabajo.
Estas situaciones también pueden manifestarse en esa copa de vino que necesitamos beber o los sentimientos con nuestra pareja que suelen ser como las que tuvimos con nuestra madre. En este caso, el problema es que se hace responsable a la pareja de satisfacer nuestras carencias y necesidades no cubiertas. Estas expectativas mal dirigidas son una base de fracaso y desilusión, ya que, el ver a la pareja como una madre o padre hará que el romanticismo desaparezca y solo sea un vínculo maternal donde el trauma hará que te hagas dependiente o todo lo contrario, la apartarás de tu lado.
Tipos de separación
- Entrega en adopción
- Complicación de un parto
- Enfermedades
- Viajes largos
- Trabajo (madre presente, pero atención esporádica)
- Abandono

Casos

Caso de Wanda
Wanda sufría depresión, soledad y tuvo tres fracasos matrimoniales. Tuvo un trauma procedente de su madre, está tuvo una hija antes de tener a Wanda, y dándole pecho se quedó dormida encima de ella y ahogó a la recién nacida involuntariamente. Cuando despertó encontró a su bebe muerta; con su marido decidió volver a quedar embarazada de Wanda, en medio del duelo, durante el nacimiento de Wanda la madre sufría y era distante a la hora de cogerla en los brazos. Ella lo hacía para proteger a su hija, pero Wanda era demasiado pequeña para entenderlo. Así que, absorbió distanciamiento y frialdad. Wanda en sus descriptores nucleares decía que su madre era fría y distante, pero entendió que esa frialdad no era con ella, sino que era una reacción de protección debido a lo que le pasó con su hermana mayor que no conoció. Wanda pudo sanar la ruptura del vínculo con su madre, soltó el dolor y entendió la magnitud del sufrimiento de su madre.
Wanda a sus 60 años volvió a casa con su madre para decirle que la quería.
Caso de Jennifer
Jennifer cuando tenía 2 años, 2 hombres anunciaron a su madre que su padre había fallecido en un pozo de petróleo. Recibir la noticia la paralizó y cayó al suelo entre sollozos. La madre tenía 26 años cuando quedó viuda; esa noche fue la primera noche que ni arropo, ni le dio un beso en la frente a su hija Jennifer. La madre se quedó tan paralizada y traumatizada que Jennifer y su hermano mayor de 4 años durmieron unas cuantas semanas en casa de su tía.
En ese breve tiempo cuando la madre iba a visitarlos, Jennifer no reconocía a su madre y cuando la abrazaba, sentía tensión. Más adelante, cuando Jennifer cumplió sus 26 años, tuvo su primer ataque de pánico yendo en el metro dirección a su trabajo. La sensación fue parálisis desvalida e incapaz de pedir ayuda. Durante las terapias también tuvo ataques de pánico, ella pudo recordar cómo había intentado aliviar el duelo de su madre, esto era imposible, más bien, tuvo sensaciones de fracaso, soledad e inseguridad.
Jennifer entendió de dónde venía el problema, y cuando le venía los ataques de pánico se decía a sí misma que eran sensaciones de pánico de una niña asustada. Aprendió a respirar mejor cuando estaba en esas situaciones, la ansiedad se fue disipando y utilizó palabras sanadoras de:” estoy aquí contigo, confía en mí, etc.”. Cuánto más practicaba, más confianza sentía Jennifer de cuidar de sí misma.

¿Qué nos enseña?
Mark Wolynn nos enseña en su libro “Este dolor no es mío” que el vínculo con la madre es incomparable y que muchos de nosotros hemos tenido que enfrentarnos a conflictos semejantes a todos estos casos. La madre siempre es el primer amor y el resolver lo que vivimos de pequeños puede ayudarnos a entender por qué sufrimos tanto en nuestras relaciones de pareja.
Si bien es cierto, una madre puede tener dudas e incertidumbre, eso es normal, pero cuando las dudas, nervios o inseguridades se convierten en una pauta de conducta eso afecta directamente a la relación con el hijo o hija. Una ruptura del vínculo temprana puede llenarnos de un gran vacío y soledad durante nuestras vidas futuras sin llegar a alcanzar ese bienestar y equilibrio que necesitamos para sentirnos bien.