Cuando la insulina está en unos niveles muy bajos, impide que todas esas funciones puedan realizarse. Por ejemplo, como la insulina es la que permite el paso de los nutrientes a la sangre, si está baja, las células pasan hambre.
Por otro lado, el exceso de insulina también es perjudicial porque va a ser la responsable de que haya acumulación y crecimientos anormales de tejidos y órganos. De hecho, es la que favorece lo que llamamos inflamación silenciosa, ya que activa las hormonas proinflamatorias.
Por ello, cuando hablamos de obesidad o de acumulación de grasas, la insulina cumple un papel importante en ello. Si no hay un exceso de insulina, no se puede acumular grasa. Todas las enfermedades crónicas que llevan a la aceleración del envejecimiento se deben al exceso de insulina. Con ello, podemos decir que la insulina es una hormona que tenemos que conocer para que se mantenga en los niveles adecuados, ya que si se tiene muy bajo o alto crean problemas de salud.